La niña que se creía gato
Había una vez una niña llamada Dana a la que le comenzaron a gustar mucho los gatos desde muy temprana edad. Conocía todos sus tipos de maullidos, sus comidas favoritas, su manera de acicalarse, sus juegos y sus pasatiempos. Gran parte del tiempo jugaba a ser un gato, se emocionaba como gato, se enojaba como gato y saltaba y escalaba como gato. La perrita de la familia había fallecido hacía ocho meses y la mamá pensó que tal vez era buen momento para tener otra mascota. Nunca había tenido un gato y sabía que al papá de Dana no le gustaban, ni a su familia de origen tampoco. A ella le gustaban los gatos, pero no sabía casi nada de ellos y sus cuidados. Siempre había tenido perros y le agradaban más porque se decía que eran más fieles, pacientes y cariñosos que los gatos, sobre todo con los niños. Sin embargo, era tanta la afición de Dana por los gatos que la mamá comenzó a investigar sobre ellos y sus cuidados y encontró que son más independientes que los perros y necesitan me